Llegamos al salón triste y
sombrío, abrimos los estuches de escarlata, y fuimos todos, sobre el mármol
frío, poniendo el vario instrumental de plata.
Y
trajeron la muerta, rebosante de juventud, esplendida y radiosa, desnuda como
Venus, deslumbrante y suave como un pétalo de rosa.
Sobre un
grueso cristal brillante y duro quedó tendida como estatua fría; nos llamó el
profesor, y a su conjuro La cátedra empezó de Anatomía.
En
profundo silencio nos quedamos; en tanto que el doctor nos contemplaba,vestimos
los mandiles y rodeamos la mesa en que el cadáver reposaba.
“¡Corte
el fémur usted con firme pulso!…”,me dijo el profesor en tono quedo, y me puse
a temblar como un convulso, con una extraña sensación de miedo.
“Reléveme,
doctor, de este martirio que me llena de insólita tristeza; pero no puedo
ensangrentar un lirio ni yo sé mutilar tanta belleza.
Perdóneme,
doctor, si yo a su ruego me porto como un mal disciplinado; pero amo a Aspasia
como bardo griego y a Friné con pasión de enamorado.
Fue
motivo de mofa y de murmullo en toda el aula mi actitud incierta. El doctor me
miró con noble orgullo, y con dulce piedad la virgen muerta..
Me quede
contemplando la hermosura de aquella Niobe pálida y yacente, cuando sentí por
la escalera oscura ligeros pasos y rumor de gente.
Eran
todos alegres estudiantes, forjadores del chiste inoportuno, que venían con
otros visitantes a profanar el esplendor de Juno.
Entonces
yo, que siempre he respetado el pudor en sus últimos destellos, le tendí su
cabello destrenzado como un tapiz sobre los muslos bellos.
Alguien
quiso después con mano impura cobardemente descubrir lo ocultoy comentar con
mágicos destellos, como el que intenta profanar un culto.
Pero
ante los sátiros fui diestro y logré defender la Venus yerta, dí dos pasos
delante del maestro y bese con amor la Circe muerta.
La turba
estudiantil, atea y loca, desató contra mí torpes agravios, y yo, poeta, me
llevé en la boca la rosa fría de los muertos labios.
Me
acerque para ver sus ojos muertos y como un niño me incliné temblando, miré
fijo sus párpados abiertos, y ella también se me quedo mirando.
Después
de aquella escena emocionante reinó grave silencio por la sala donde estaba
tendida y deslumbrante como una diosa la rival de Atala.
Respetó
la cuchilla cortadora la eucarística flor de su hermosura, y llenóse el recinto
en esa hora de un magnífico ambiente de ternura.
Y se
cambio el aspecto de la clase; nos miró el profesor con raro ceño; pero
abstraído, ni vertió una frase, como el que se hunde en la quietud del sueño.
Se
terminó la clase, y en la puerta, al salir del salón de Anatomía, volví los
ojos para ver la muerta. ¡Y me estaba sonriendo todavía!…
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