No era ni amor
lo que ella me tenía;era tal vez piedad, lástima era,
porque mi oculta
pena comprendía
y ella se
compadece de cualquiera.
Hoy que voy
recobrando mi alegría,
animado quizás
de una quimera,
se va tornando
mucho menos mía,
como si ella ya
no me quisiera.
Yo sí he formado
de mi amor un culto,y en tanto aquí mi juventud sepulto
y la aureola del
martirio ciño.
¡No me quites,
Señor, mi sufrimiento,si es que habré de perder con mi tormento
la conmiseración
de su cariño!