Llegò la fiesta de El Valle.
La Isla de Margarita
cristiana fe resucita
que se desborda en la calle.
Como nàutico detalle
prendiòse en broche la espuma
de la red del pescador,
cuando el joyero en la duna
regateaba al buceador
las conchas de la fortuna.
Viajero de mar arriba,
para ganar el sustento
anclaste velas al viento
por sondear espectativa.
Marino de mar adentro.
Buzo de llanto y quimeras.
Dulces sonrisas esperas
a tu regreso a la orilla.
Premian tu vida. Es sencilla
la fe de tu marinera.
Cierta noche, sin embargo,
tu retardo se enlutò
con la sombra que llenò
de negro el ambiente largo.
Tragaste dolor amargo
cuando, tendido en la playa,
muestras la rodilla en llaga.
Mirando un banco de perlas
soñabas con recogerlas
cuando te picò una raya.
Diez meses cuentas sentado.
Llegaban perlas en lotes
que descargaban los botes
frente al corazòn varado.
Marinero del pasado,
ya no cantan tus amarras.
El dolor que te desgarra
virò tu vida sencilla.
Naufragaron en tu silla
tu lancha con tu guitarra.
Llegò la fiesta bonita.
La hija del pescador
fue hasta El Valle con fervor.
Y a su patrona bendita
le ofrece en filial amor
la perla que han de sacar.
Sanò el buzo. Va a la mar.
Regresa con concha tierna.
Al abrirla ven la pierna,
y, en la rodilla, un lunar,
<<¡Milagro!>>, gritan en coro
de asombro los marineros.
El pescador en su lloro
rezò de afecto sincero.
Prendiò en cadena de oro
la perla-pierna al altar.
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Hasta aquì quiero llevar
mi alma que penas siente,
porque la Virgen de Oriente
tambien me la ha de curar.