¿Y si Dios fuera
mujer?
pregunta Juan sin inmutarse, vaya, vaya si Dios fuera mujer es posible que agnósticos y ateos no dijéramos no con la cabeza y dijéramos sí con las entrañas. Tal vez nos acercáramos a su divina desnudez para besar sus pies no de bronce, su pubis no de piedra, sus pechos no de mármol, sus labios no de yeso.
Si Dios fuera mujer
la abrazaríamos para arrancarla de su lontananza y no habría que jurar hasta
que la muerte nos separe ya que sería inmortal por antonomasia y en vez de
transmitirnos SIDA o pánico nos contagiaría su inmortalidad.
Si Dios fuera mujer
no se instalaría lejana en el reino de los cielos, sino que nos aguardaría en
el zaguán del infierno, con sus brazos no cerrados, su rosa no de plástico y su
amor no de ángeles.
Ay Dios mío, Dios mío si hasta siempre y desde siempre
fueras una mujer qué lindo escándalo sería, qué venturosa, espléndida,
imposible, prodigiosa blasfemia.