Justo Brito y Juan Tabare,
hombres de vera y peinilla
como no pare otra madre,
por una vieja rencilla,
en el lugar que se vieran
la muerte juraron darse.
Dicen que el primer encuentro
lo tuvieron en un baile,
cuando iba Justo Brito
con Paulina Colmenares,
bailando un zumba que zumba
de esos que entibian la carne.
"¡Dame una paloma, Justo!...,
dame una paloma, vale",
gritóle desde un escaño
el temible Juan Tabare.
Pero Brito, en los espasmos
que da la fiebre del baile,
contestóle con la espalda,
sorda expresión del desaire.
Ten en cuenta. Justo Brito,
te lo juro por mi madre,
que el desprecio que me has hecho
nunca me lo hizo naide...;
¡yo te enseñaré, ca... rrizo...,
cómo se ofende a un Tabare!
Pasaron muchos veranos
desde la noche del baile,
más el rencor de los hombres
es difícil que se acabe.
En un claro de sabana,
que dora el sol de la tarde,
se encontraron de repente
Justo Brito y Juan Tabare.
Al mirarse frente a frente,
les templó el rencor la sangre;
no se dijeron palabras,
y en el furor de la lucha
las peinillas azarientas
casi cortaban el aire.
Dura y larga fue la brega,
y al morir aquella tarde
ambos estaban de bruces
en un gran charco de sangre.
Mañana dirá el que llegue
al propio sitio del lance:
"Fué por una 'palomita'
de Paulina Colmenares
que así se dieron la muerte
Justo Brito y Juan Tabare."
¡Dos hombres de pelo en pecho
como no pare otra madre!