Un soplo de brisa ingrata de la copla se me guinda...
¡Se llamaba Rosalinda!...
Un romance del jagüey, que en este llano sin ley se prendó de mis corríos, y entre amores y amoríos me la robé de un caney.
Tenía los senos bonitos como las rosas abiertas; su voz en las cosas yertas fue como el sol de los mitos.
Era apretada de gritos cuando la tuve al encuentro; pulpa de amor era el centro de sus pupilas saltonas, como las frutas pintonas que dicen mucho por dentro.
Vino un joropo llanero, se puso lindo el caney.
Yo jugué mi araguaney, mi cobija y mi sombrero; perdí todo mi dinero -me quedé sin un centavo-, y para sacarme el clavo con los nervios amargados, en la ley de un par de dados se la jugué a un indio bravo.
Se amontonaron los peones para ver quién le ganaba; cada fibra me saltaba de los soleados pulmones; se ovillaron mis canciones en los silencios ignotos, y dije entre sueños rotos: ¡voy jugando a Rosalinda!, ¡y el dado en la noche linda me devolvió mis corotos!...
No hay comentarios:
Publicar un comentario