Dijo el hombre a la Hilandera a la puerta de su casa:
Hilandera, estoy cansado, dejé la piel en las zarzas,
tengo sangradas las manos, tengo sangradas las plantas;
en cada piedra caliente dejé un retazo del alma;
tengo hambre, tengo fiebre, tengo sed…,
la vida es mala.
tengo sangradas las manos, tengo sangradas las plantas;
en cada piedra caliente dejé un retazo del alma;
tengo hambre, tengo fiebre, tengo sed…,
la vida es mala.
Hila una venda, Hilandera, hila una venda tan larga
que no te quede más lino; ponme la venda en la cara
, cúbreme tanto los ojos que ya no pueda ver nada,
que no se vea en la noche ni un rayo de vida mala.
Y contestó la Hilandera:
Aguarda.
Hilo tanto la Hilandera, que las manos le sangraban.
Y se pintaba de sangre la larga venda que hilaba.
Ya no le quedó más lino, y la venda roja y blanca,
puso en los ojos del hombre, que ya no pudo ver nada.
puso en los ojos del hombre, que ya no pudo ver nada.
Pero después de unos días, el hombre le preguntaba:
-¿Dónde te fuiste, Hilandera, que ni siquiera me hablas?
¿Qué hacías en estos días, qué hacías y dónde estabas?
Y contestó la Hilandera: Hilaba.
Y un día vió la Hilandera que el hombre ciego lloraba;
ya estaba la espesa venda atravesada de lágrimas;
una gota cristalina de cada ojo manaba.
ya estaba la espesa venda atravesada de lágrimas;
una gota cristalina de cada ojo manaba.
Y el hombre dijo:
Hilandera,
¡te estoy mirando a la cara!
¡Qué bien se ve todo el mundo por el cristal de las lágrimas!
Los caminos están frescos, los campos verdes de agua;
hay un iris en las cosas que me las llena de gracia.
hay un iris en las cosas que me las llena de gracia.
La vida es buena, Hilandera, la vida no tiene zarzas;
¡quítame la larga venda que me pusiste en la cara!
Y ella le quitó la venda, y la Hilandera lloraba,
y se estuvieron mirando por el cristal de las lágrimas.
Y el amor, entre sus ojos hilaba...
y se estuvieron mirando por el cristal de las lágrimas.
Y el amor, entre sus ojos hilaba...
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