POESÍA INOLVIDABLE

POESÍA INOLVIDABLE

domingo, 25 de junio de 2017

EL ESCUDERO


(Para David Vallenilla, el valiente escudero y todos nuestros guerreros)



No pudo salvarlo, el escudero.

 Corrió rápido, con su escudo de
 cartón y sueños y saltó ante David,
 un segundo demasiado tarde.

 No eran realmente amigos,
 como, ya sabes, de la escuela
 o los scouts o vecinos de toda la vida.

 Eran más bien familia, a lo
 Enrique V, en donde todo aquel
 que derrama su sangre conmigo
 es mi hermano, en el día de San Crispín.

 Saltó con todas sus fuerzas, el escudero,
 pero la bala, disparada con odio,
 encontró su paso al cuello de David.
 “No te mueras, chamo”, rogó el escudero,
 mientras lo arrastraba fuera del peligro.

 Pero igual lo hizo.

 David murió en esa calle que fue
 campo de batalla, o su campo santo.

 David no tenía más arma que su juventud,
 su ingenuidad y quizás una piedra.

 Eso y su hambre de libertad.

 Demasiada amenaza para el guardia nacional,
 que jaló el gatillo y dejó a la bala volar.

 Algunos compañeros de lucha se
 llevaron el cuerpo.

Pero no el escudero.

 El escudero que atrás,
 se sentó en la acera.

 Y entonces el niño guerrero
 comenzó a llorar.

domingo, 25 de junio de 2017

EL ESCUDERO


(Para David Vallenilla, el valiente escudero y todos nuestros guerreros)



No pudo salvarlo, el escudero.

 Corrió rápido, con su escudo de
 cartón y sueños y saltó ante David,
 un segundo demasiado tarde.

 No eran realmente amigos,
 como, ya sabes, de la escuela
 o los scouts o vecinos de toda la vida.

 Eran más bien familia, a lo
 Enrique V, en donde todo aquel
 que derrama su sangre conmigo
 es mi hermano, en el día de San Crispín.

 Saltó con todas sus fuerzas, el escudero,
 pero la bala, disparada con odio,
 encontró su paso al cuello de David.
 “No te mueras, chamo”, rogó el escudero,
 mientras lo arrastraba fuera del peligro.

 Pero igual lo hizo.

 David murió en esa calle que fue
 campo de batalla, o su campo santo.

 David no tenía más arma que su juventud,
 su ingenuidad y quizás una piedra.

 Eso y su hambre de libertad.

 Demasiada amenaza para el guardia nacional,
 que jaló el gatillo y dejó a la bala volar.

 Algunos compañeros de lucha se
 llevaron el cuerpo.

Pero no el escudero.

 El escudero que atrás,
 se sentó en la acera.

 Y entonces el niño guerrero
 comenzó a llorar.

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