POESÍA INOLVIDABLE

POESÍA INOLVIDABLE

lunes, 14 de septiembre de 2009

NOCTURNO

Padre nuestro, que estás en los cielos,
¿Por qué te has olvidado de mí?

Te acordaste del fruto en febrero,
al llegarse su pulpa rubí.

¡Llevo abierto también mi costado,
y no quieres mirar hacia mí!


Te acordaste del negro racimo
y lo diste al lagar carmesí,
y aventaste las hojas del álamo
con tu aliento, en el aire sutil.

¡Y en el ancho lagar de la muerte
aún no quieres mi pecho oprimir!


Caminando, vi abrir las violetas,
el falerno del viento bebí,
y he bajado, amarillos mis párpados
por no ver más enero ni abril.


Y he apretado la boca, anegada
de la estrofa que no he de exprimir.

¡Has herido la nube de otoño
y no quieres volverte hacia mí!


Me vendió el que besó mi mejilla,
me negó por la túnica ruin.


Yo en mis versos el rostro con sangre,
como tú sobre el paño, le di;
Y en mi noche del huerto me han sido:
Juan, cobarde, y el Angel hostil.


Ha venido el cansancio infinito
a clavarse en mis ojos, al fin;
el cansancio del día que muere,
y el del alba que debe venir;
¡el cansancio del cielo de estaño
y el cansancio del cielo de añil!


Ahora suelto la mártir sandalia
y las trenzas, pidiendo dormir.
Y perdida en la noche, levanto
el clamor aprendido de tí:
Padre nuestro, que estás en los cielos,
¿Por qué te has olvidado de mí?

lunes, 14 de septiembre de 2009

NOCTURNO

Padre nuestro, que estás en los cielos,
¿Por qué te has olvidado de mí?

Te acordaste del fruto en febrero,
al llegarse su pulpa rubí.

¡Llevo abierto también mi costado,
y no quieres mirar hacia mí!


Te acordaste del negro racimo
y lo diste al lagar carmesí,
y aventaste las hojas del álamo
con tu aliento, en el aire sutil.

¡Y en el ancho lagar de la muerte
aún no quieres mi pecho oprimir!


Caminando, vi abrir las violetas,
el falerno del viento bebí,
y he bajado, amarillos mis párpados
por no ver más enero ni abril.


Y he apretado la boca, anegada
de la estrofa que no he de exprimir.

¡Has herido la nube de otoño
y no quieres volverte hacia mí!


Me vendió el que besó mi mejilla,
me negó por la túnica ruin.


Yo en mis versos el rostro con sangre,
como tú sobre el paño, le di;
Y en mi noche del huerto me han sido:
Juan, cobarde, y el Angel hostil.


Ha venido el cansancio infinito
a clavarse en mis ojos, al fin;
el cansancio del día que muere,
y el del alba que debe venir;
¡el cansancio del cielo de estaño
y el cansancio del cielo de añil!


Ahora suelto la mártir sandalia
y las trenzas, pidiendo dormir.
Y perdida en la noche, levanto
el clamor aprendido de tí:
Padre nuestro, que estás en los cielos,
¿Por qué te has olvidado de mí?

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